sábado, 21 de junio de 2008

Justicia para Hamlet y su pobre calavera



Isabel I, hija de Henry VIII y Ana Bolena nació 6 años antes que Shakespeare. Él, como ella por engendrar toda una estirpe de reinas inglesas, fue un grande. Para mencionarlo tan siquiera, es necesario evocar las pasiones humanas porque todos sus personajes vivían y morían por ellas. Y yo diría más. Diría que les dominaban hasta convertirse en prototipos realistas de las bajezas, hechas un todo en desgracia, tragedia y sufrimiento.

Shakespeare ubicaba a dichos personajes en momentos históricos, en lugares y circunstancias puntuales para personificar en ellos la naturaleza humana, determinando, así, sus propias existencia y vulnerabilidad frente a su destino.

Hete aquí, sin embargo, que me refiero al inglés para robarle al adolescente y consentido Hamlet; no con el propósito de desarrollar una profunda tesis filosófico-literaria (¡que eso se escapa de mis posibilidades!), sino para hablar del saber y del ser.

A menudo frases históricas como el “sólo sé que no sé nada”, el “cogito, ergo sum” y el “ser o no ser ¡Ay! ¡Cuál será la bendita cuestión!” Se convierten en facsímiles, Sí, me refiero a calcos y duplicados, a tomar en boca de... para referirme a… y dar lugar, al final, a una gran confusión y a confiar a la voz del pueblo la santa ignorancia del que plagia e imita por beber de las palabras de los grandes cuando aún no se ha ganado su licencia y consentimiento.

- ¡oh señor! Vine a ver los funerales de tu padre. Dice Horacio.
- ¡oh no te burles compañero! Quieres decir las bodas de mi madre… Contesta el astuto príncipe danés.

Y es que, a Hamlet, los esposorios de su madre tras la muerte de su bien querido padre -¡el fantasma! (para los desleídos)-. hicieron que todo se le tornara oscuro dudando hasta de su amada Ofelia.
Menudo principio ¿verdad? Y contado está para enfriar lo que está por venir: mi feroz crítica a los que adoptan la extravagancia en manía y se atreven a usar, como si las sintieran propias, esas frases de dos filos que tantos sabios elucubraron en su momento y no precisamente para ser vilipendiadas por aprendices de pensador/escritor.
Pero prosigo… Mandó desterrar a su querida, y es que, seguro se sabía de que ella jamás creería en la aparición del fallecido Rey Hamlet. Frente a toda esta locura, en la cual sentía podía mitigar su dolor, surge la famosa duda: “To be or not to be” (y entrecomillado porque enunciar a los clásicos es peligroso sin saber exactamente cómo). Lo que no todos saben es que lo que Hamlet se cuestionaba era actuar o inhibirse, cumplir el deber de la venganza matando a su tío por haber asesinado a su padre o seguir aprentando su locura y revelar lo que el fantasma le había confiado. Aún así, su verdadera tragedia siempre fue la de no poder, la de no saber ser (vaya ironía).
Dios y estamos sólo en el acto tercero.

Ahí va el apogeo, la gran escena final:
En realidad, uno sólo puede tomar en propia la anuencia de servirse de tan históricos versos (véase también las gloriosas sentencias pronunciadas en do de filósofo) y a menudo sin conocer que muchos/as de ellos/as son equívocos como (y me reitero) el “pienso, luego existo” pues en verdad, es la realidad que existimos y por ello y sólo por ser conferidos de existencia luego, coma, podemos llegar a deducir que pensamos, cuando ha oído por lo menos una sola vez la voz de la musa concediéndole el permiso de los autores inmortales para vanagloriarlos con el buen uso y no hacerlos removerse en sus tumbas por mancillar tan trascendentales laudos.


Y con esto me doy a mí misma y en la más sana prepotencia por informada en clave de musa y dotada para usar y criticar a tan insensatos barra as, profanos (y vuelvo a repetir), novatos en el arte de escribir y pensar.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Empiezas comparando a Isabel I con Shakespeare. Por si alguien duda de lo que hablas, has dejado bien claro, que tienes recursos para hacer una tesis filosófica-histórica-literaria.

Me encantan las referencias a Hamlet, pero quizá te pasas un poco con aquellos que hacen retorcerse a los grandes en sus tumbas.

el camino a la luz está lleno de oscuridad