Vivir de los cubos de basura de los Desheredados

Después de la euforia en casa sólo me recibe el silencio.

Dicen que Caravaggio era un genio del arte que vino al mundo para destruir la pintura. Sin embargo yo lo adoro, por tenebroso, por solitario, por agresivo y por vivecaminos.
Las mañanas me susurran que despierte, las tardes se me antojan breves y las noches me piden que pelee. Todo el que conoce el cuento manda a Caperucita de vuelta a su casita pero qué culpa tengo yo si me gusta el rojo y pienso que debo pelear ahora. Verás, es que cuando envejezca será menos atractivo. Creo que el secreto está en resistir. Al viejo, al enfermo y a la muerte nadie les da los buenos días… creo que sólo Siddharta para convertirse ¿en qué? ¡Ah sí! En Buda.
De eso de los dos tipos de personas no voy a hablar porque ya estoy encasillada. Creo que por hoy voy a pasar de tener un hijo en la universidad, una moto de 6 años, un reserva de bodega y esos cubos de basura con cierres herméticos. Por esta noche sólo teclear y mañana ya a soñar si cabe. No quiero un marido que taladre las paredes quiero uno cuyo último recuerdo sea estar sobre una barra, ojo izquierdo morado y palo de billar en mano. Que llegue a casa con las manos aún vendadas y me escriba un poema.
Si tu idea es comprarle tiernos cruasanes calentitos y asquerosos bomboncitos ven a buscar una buena jarra de cerveza a mi morada. En el fondo ya lo sabes, el que te espera es el lobo feroz. Y si caes en el intento tranquilo, los muertos no requieren de aspirinas.
Como Dios suele decirme: vaya mierda Vero, he creado muchos escritores pero muy poca literatura.
Veo el cielo en su inmensidad y sólo un poco más arriba como los ángeles lloran.
Poco amor en el fondo no debe ser tan malo.

En honor a Bukowski.