miércoles, 16 de abril de 2008

La verdad de Aquiles





Todo empieza siempre con un beso. Tres disparos y por fin tomas conciencia de ti misma. Un día eres un niña calzada y bien provista de sueños y al otro pones proa a tu memoria. Es una lucha de titanes. Tu psique batalla con coraza y espada mientras tu mente disfruta de la bebida que le ofrecen unos conocidos feligreses pues tanto ella como esos humildes parroquianos conocen de antemano el albur de tu fortuna y saben que es tu intelecto el que se alzará victorioso, reduciendo al silencio y sin piedad, tus más aguerridas pasiones. El escenario es un océano de contradicciones. El ir y venir de la contingencia y el riesgo. Adoras vivir en un trance, la oscilación te hace fuerte. Tus convicciones son aplastantes. Aquel que osa conocerte termina huyendo pavoroso cuando solamente ha empezado a saborear los lindes de tu doctrina. ¡Qué arrogancia! ¿De veras crees que tienes derecho a ella? Lo que has construido abarca mucho más que un llano manifiesto. Siempre has querido imponer tus dogmas pero para ratificarlos primero deben alcanzar el rango de incuestionables; ¿Por qué no expresarlo así? Tu jactancia sólo da respuesta al debate de tu soledad. ¿Alguien a lo largo y ancho de este nuestro universo ha tenido la valentía suficiente para vencerte? ¡Jamás! Invocar tus miedos ora para justificar tus desplantes ora para soterrar su cobardía siempre ha sido meramente eso, una banal exhortación. ¿A caso alguno de ellos se ha atrevido a retar a la Gorgona? Esto es Troya y nadie conoce la debilidad de tu talón. Los que creen saber de ella se escudan en pretextos para retirarse a tiempo antes de que la ciudad entera arda. Los Oráculos vaticinaron la derrota de los aqueos, pero ¿tal vez ellos dudaron en armarse para luchar por su legítima Helena? Ella y por encima de todo, solamente ella fue el casus belli de la guerra. Sólo de aquel que ante las inseguridades de la espartana no vacile en entregarse cargando con su vida en un saco de hilo, será Helena por y para siempre. Ese que reúne valor suficiente para rubricar el final de este canto, cual vencedor, aguarda en alguna parte. Dios sabe que lo he buscado. Sólo debo alcanzar el estrecho de Dardanelos; allí está él, esperándome, dispuesto como el Magno a sacrificar a los dioses del cerote por una causa mayor.



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1 comentario:

F. Ezra dijo...

Cómo se notan tus nuevas influencias!! Me alegra volver a leer algo tan bueno de una escritora hasta hace poco desaparecida. Congratulaciones mil y un beso muy grande.