Paz
¡Dios! ¡Qué gran sentido tiene un baño de espuma! Estás sola, tu mente está jugando a atormentarte de modo que piensas en agua caliente, sales y una Calsberg bien fría. Llenas esa bañera que no es ni demasiado grande ni demasiado estrecha, con agua no demasiado caliente ni demasiado densa. Poco a poco te desnudas delante del espejo, cuando tu ropa cae tienes ante ti un cuerpo enflaquecido, un aspecto cansado y una joven agotada. Decides convocar a los antiguos y das la bienvenida a una selección de música clásica, de los mejores… No sabes cómo pero has conseguido varios Marlboro, te sumerges. Por un momento quieres dejar de respirar. El agua es de color azul y huele a recuerdo (qué perfume), en un instante sólo piensas en aquellos buenos momentos, no divagas en lo desgraciada que te sientes sólo rememoras antiguas imágenes de felicidad. Miras con atención tu tatuaje y comprendes por qué siempre haces lo que haces. Suena el invierno de Vivaldi y lo olvidas, vuelves a estar frente a un Caravaggio, te ves impotente ante la sola idea de rozarlo pero tienes calma; tus ideas se confunden y viajan de esa pequeña iglesia a la ópera, creo escuchar una de las buenas, tal vez La Boheme. No reconoces tu cuerpo descubierto, ha cambiado, es más… delgado. Siempre pensaste que adelgazar te sentaría bien, ahora lo odias. Entonces haces lo que todas las señoritas hacen, eso que creo llaman exfoliar, no porque desees dejar de imaginar sino porque tu mejor amiga está empeñada en que salgas, te diviertas (ella no puede saber como te sientes), en que vuelvas a ser una mujer. Pero la tranquilidad que ella, la hermana que nunca tuviste, te ha robado por unos momentos es como el oro del dorado, demasiado inevitable. Así que primero vuelves a verlo a él, lo recuerdas cuando aún llevaba ese pendiente en la oreja y sonríes, después el verano de Vivaldi. No la primavera, que ésa nunca te ha gustado demasiado. La cerveza casi está fermentando, tanta paz te ha hecho olvidar. De repente te descubres arrugada y piensas que es el momento de volver. Ha llegado la hora del aceite corporal, también un regalo de tu amiga, que tanto te quiere. Te embadurnas por inercia. Te vistes y te diriges al sofá rojo de piel, te resistes por unos segundos a acomodarte, sabes que después todo será de nuevo dolor y pena, suspir
as, te tumbas, piensas en apagar la música pero entonces suena El Scherzo, la Sinfonía número nueve de Beethoven y te detienes. Empiezas otra vez a llorar. ¿Quién sabe? Puede que hoy Morfeo te recoja a las 7, con suerte, tal vez a las 6.
2 comentarios:
¿Te estás expresando sin entresijos? Esto... ¿Tienes fiebre?
I like it!
en ocasiones un buen baño con agua caliente es más útil que el hombro de un amigo.
muy bonito escrito.
besos.
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