sábado, 9 de agosto de 2008

Me gusta ser la que toma las fotografías


Los que escribimos sobre pasión hablamos un idioma de mayorías. A mí, por ejemplo, me gusta lucir de corto cuando quedo con el amanecer. Es un tema de seducir lo inseducible. El otro día vi a Rasputín por la calle y pensé: qué bien ir vestida para la ocasión. Y todo esto es porque al nacer, en vez de traer pan, lloraba escupiendo las ideas de un manifiesto.
Ya lo he decidido, tengo ideado un plan B, una vocación alternativa: si en esta vida no logro triunfar en eso del arte, voy a montar un puesto en la Boquería para vender hígados, pulmones y corazones, y no por lucrarme… sobretodo porque jugando como juego con los míos necesitaré un buen almacén de existencias.
Y vivo mis convicciones con un realismo que da miedo, tanto, que hasta yo misma tiemblo al ser, como soy en un 80 por ciento de las “ocasiones”, cabeza de otomano, (que dicho así es más retórico y elocuente).

1 comentario:

Nachete dijo...

A mí me daría igual ser cabeza de turco...con tal de nacer en la hermosa Istambul, claro.