miércoles, 3 de septiembre de 2008

Tres disparos



No escribo bien por varias razones.

En primer lugar, la retórica de la que me sirvo para dar criterio y validez a mis argumentaciones no consigue catequizar a nadie (el objetivo último de la dialéctica es, precisamente, adoctrinar buscando el placer y la reflexión de un tercero con un fin persuasivo).
Por otro lado, desarrollo un lenguaje, el mío, que se fundamenta en el uso exagerado de símiles, metáforas y otros recursos literarios que dificultan en gran medida la comprensión de mis relatos. Diría más, es un lenguaje creado para satisfacer mi memoria; es uno que me permite recordar aquello que sentía en un momento concreto sin que nadie más pueda abastecer el alcance de su intención (tal vez sólo unos pocos, a parte de mí, pueden hacerlo); y ello va en contra de aquello que es adecuado, pues la trascendencia de lo que se escribe depende de que se remita a un publico general y, en mayor medida, que el lector del texto tenga la posibilidad de obtener conclusiones, cuanto menos inferirlas.

Por todas estas evidencias no escribo bien. Sin embargo, al leer lo anterior pienso que es un párrafo bastante coherente. Está bien razonado, argumentado y creo puede resultar perfectamente legible y perceptible.
¿Cuál es el problema, pues? Quizá estoy entrenada para escribir en detrimento propio pero temo hacerlo “bien” para todo lo demás.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El post está bien escrito, ya que la lengua fluye a la vez que es sencilla y en su sencillez no es simple sino clara, porque en él existe la seguridad de aquel que sabiendo no le hace falta llenar su saber de demostraciones. Nada tiene que ver en eso que en el mismo te critiques, sólo es que la lengua puede ser un juego divertido o sobrio. Esta vez has necesitado la sobriedad para expresarte. Lo divertido se encuentra en este caso, en todo caso, que en tu intento de criticar tu forma de escribir, fracasas en lo más evidente y te tienes que buscar una excusa final para justificar tal fracaso. Escribes bien por una sola razón, porque seguirte deleita y tus partituras…. Lo dejamos aquí.

Caliope dijo...

En mis manos está tomar la claridad, pero temos dos cosas. Primero perder la esencia por ello. Segundo, que el interés por escribir bien me de un fin: la crítica de arte. Y lo que en realidad me asusta es definirme.

Anónimo dijo...

Si lees tu última entrada dudo que puedas temer ninguna de las dos cosas.

Difícilmente pierdes la esencia, sólo la depuras. Algunos días ella se mostrará barroca, subiendo el volumen de su prosa hasta hacerla bailar con los ojos que la miran; otros ella se mostrará desnuda en su necesidad de una reflexión clara que traviese la mirada para llegar a la mente. Son dos estados, dos estilos, dos bellezas, dos momentos de tu "esencia".

"Usted habla continuamente de decisiones. Yo estaba preparando mis primeras clases. Enseñaba tanto literatura como historia. Pensaba (...) ¿cómo hablar con ellos del significado de la literatura en sus vidas? Y empecé a leer a Morris. Morris me absorbió. Yo pensaba ¿por qué se considera a este hombre quisquilloso y anticuado? Todavía es uno de los nuestros. Y leí uno o dos libros sobre Morris tan malos y tan ideológicos que me creí en la obligación de contestarlos. Por eso escribí un artículo atacándolos, y el editor de la revista me dijo: "Muchas gracias, pero ¿no podría escribir un artículo algo más largo?". Y entonces escribí un artículo demasiado largo para publicarlo y me contestaron diciendo que quizá sería una buena idea hacer un libro con él. Así acabó siendo un libro de 800 páginas.

Morris me capturó.

No tomé una decisión. Morris decidió que debía hacer su presentación. Sin embargo, mientras me dedicaba a esto consideré mucho más seriamente hacerme historiador. Me parece que es algo como hacerse poeta o pintor. El poeta ama las palabras, el pintor la plástica. Yo me encontré fascinado por la posibilidad de llegar al fondo de las cosas".

Las palabras son d'E.P. Thompson y así nació, sin ninguna gran decisión fundamental y sí con la suma de pequeñas "necesidades" elementales, el historiador más grande del siglo pasado. Nada de planeado hubo en eso. Es preferible que nos definan nuestras pasiones y nuestras elecciones que no nuestros miedos y las expectativas de otros. No sabiendo que queda después de la muerte, vivir para al final de los días poder decir "Dígales que mi vida fue maravillosa", eso es vivir para algo, ¿no? Fueron las últimas palabras de Wittgenstein. Su máxima favorita, en los años que le acompañaron hasta el lecho, era “Im Anfang war die Tat”: En el principio fue la acción. Ese principio bebe del Fausto de Goethe. No por nada con ellas un revolucionario ruso inauguró el último intento de asaltar los cielos. Harto de escuchar las vacilaciones y consideraciones de sus compañeros, que se negaban teóricamente a asumir la vida, cerró ese debate diciendo “Gris es la teoría amigo mío, pero verde es el imperecedero árbol de la vida”. En el día que siguió a este debate, y a estas palabras que de nuevo debían su pálpito a Goethe, se inició una revolución. Una revolución que crepitó en todo el siglo, su llama fue tan grande que sus cenizas arden todavía. Deja que tus cenizas quemen y no te pierdas. El camino es mucho más divertido que su fin: no lo dudes.

F. Ezra dijo...

...Dios santo...