
El Sacro Imperio Romano se extendía por la Europa Carolingia sobre un mapa que ya distaba mucho, en semejanza, con el del antiguo Imperio Romano.
Mucho después de la victoria de Carlos Martell e incluso después de Carlomagno, en los tiempos del reinado de su nieto, Carlos el Calvo, resultó que un Conde, Guifredo el Velloso, reunió bajo su gobierno los condados de Barcelona, Urgell, Cerdaña, Besalú y Gerona.
Mucho después de la victoria de Carlos Martell e incluso después de Carlomagno, en los tiempos del reinado de su nieto, Carlos el Calvo, resultó que un Conde, Guifredo el Velloso, reunió bajo su gobierno los condados de Barcelona, Urgell, Cerdaña, Besalú y Gerona.
Ya en el siglo VII, el Islam había iniciado una rápida expansión desde Arabia en dirección a Jerusalén, Antioquía y Damasco llegando al Sur de la Península Ibérica y al Norte de África. Ocurrió, sin embargo, que en el 732 un ejército comandado bajo las órdenes de un franco logra frenar la expansión musulmana hacia Europa.
Se inicia, así, la época carolingia, también conocida como el Sacro Imperio Romano, con los sucesivos reinados de Pipín el Breve, Carlomagno, Luís el Piadoso y Carlos el Calvo. Suceden en este período hechos como la creación de las Marcas (como estrategia militar de defensa que impone la demarcación de las fronteras de un territorio), la aprobación de la Capitulare Monasticum (como reforma del Monacato) y se crea, además, una nueva y firme alianza entre el Papado y los reyes francos (obteniendo la Iglesia un freno a la expansión musulmana y una garantía de cristianización de los territorios que va conquistando el Imperio).
Dice la historia que gracias a una victoria de los francos sobre los Normandos, conseguida por la intervención de Guifredo el Velloso, Carlos el Calvo obsequia al Conde con un escudo con el fondo de oro.
Cuenta la leyenda que el mismo Rey pintó, con los dedos manchados de sangre de las heridas del Conde, las cuatro barras rojas.
Hubo una vez un hombre al que prendieron, le velaron los ojos y disparáronle a un tiempo unos veinte o treinta tiros. Resultando que en no estar del todo muerto le asisten el golpe final de fuego justo a medio camino del cielo.
Y este hombre escribió una vez: “Huellas dactilográficas de sangre sobre el oro rayen el corazón de Cataluña eterna”. El mismo que habló sobre la sangre derramada desconociendo el negro de la muerte dormida que lo custodiaría.
Federico García Lorca descansa en el lugar donde la Muerte conduce a aquellos que desaparecen antes de llegar su verdadero tiempo. Es un sitio junto al mar, próximo a Cadaqués. Si bien no es el lugar donde uno puede hallar restos de su carne mortal si es el espacio donde mora su espíritu cuando vuelve de visitar su Granada natal.
De todo esto sólo puedo decir que si alguien se dirige a mi, vinculando de nuevo el origen de la bandera Catalana a la Casa de Aragón, no conseguirá que cale en mi la historia, imponiéndose como se imponen en mi corazón la leyenda y la poesía.
“Y la Muerte vencida se refugia temblando
en el círculo estrecho del minuto presente”
1 comentario:
Sólo te digo que en la mesilla de mi habitación hay un libro negro de más de mil páginas.
Se llama "Obra completa de Federico García Lorca".
Lo mejor, sus dibujos, cartas a otros escritores, el manuscrito de Bernarda Alba...
Me ha encantado la entrada.
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