sábado, 6 de marzo de 2010

Un Dios que no lo es, pero se encarna vida tras vida en un hombre diferente


¿Diría un mortal: Si se quiere conocer bien la naturaleza de los pueblos hay que ser Dios; pero si se trata de conocer a los dioses, es mejor ser pueblo? Un Dios podría pensar: los hombres obran el mal, a menos que la necesidad los obligue a obrar bien.

Hay uno, uno que quisiera ser Dios; uno que vive con el recuerdo permanente de que la vida no es eterna y, aún creyendo solamente en aquello que es capaz de ver y tocar, vendería su alma (si creyese que la tiene) por ser un Dios y evadir esa consciencia que le habla día a día de lo temporal de su existencia.

Es el mismo que teniendo delante la debilidad de otro es incapaz de sufrirla pero que experimentando algo a lo que él llamaría amor, y que yo o cualquier otro podría haber reconocido como culpa, es capaz de mover la tierra y aún el mar.

¿Sería capaz de adivinar en sí mismo la necesidad que pueda sentir de otro?

Yo que soy hombre, vida efímera y pueblo; mujer consciente de su propia y pulatina desaparición, erro si intento moverme equiparando sus pensamientos y debo, definitivamente aprender a dejar vivir al tiempo y a reflexionar del pasado sólo para buscar un presente diferente.

2 comentarios:

Nachete dijo...

Hace mucho que no hablamos Vero. Sigues conservando tu estilo, haciéndome leer 2 o 3 veces tu entrada para comprenderte.

Besotes

Caliope dijo...

Es algo así como si mi yo le escribiera a mi super yo... algo así... I miss you! Y por lo que leí alguien ha estado recientemente en Florencia y tiene algo jugoso que contarme!!! :)