martes, 31 de agosto de 2010

Ockham y yo. Al filo de la Navaja.




No hace tanto tiempo el mundo tenía un modo reducido de pensarse a sí mismo. Todo lo que se creía existía e incluso la manera de tratarlo podían descomponerse en elementos simples y simultáneamente indivisibles. ¡Qué hermoso modo de concebir y explicar el mundo! Cuanto menos de comprenderlo.

Análogamente he decidido trasladar esa visión analítica de lo existente a mi persona y por extensión a mi propia existencia. Mi vida está llena de dones (a los que llamaremos partes); algunos son aptitudes, deseos, satisfacciones y la mayoría y por ende los más importantes son personas. Por fin he entendido que hay para mí, que soy el todo, un sentido. Cada una de esas partes indivisibles y generalmente también independientes, tiene un comportamiento individual explicable. El sentido de mi vida es la suma de cada una de esas explicaciones parciales. Supongo que no necesito añadir –pero lo haré- que cuando mis dones cruzan sus razones de ser y se coordinan con otros en el desarrollo de alguna de las muchas acciones diarias que definen mi vida, experimento lo que diría es una pequeña realización.

Hay algunas personas que no entienden el por qué de muchas de las decisiones que tomo. Cada vez que decido y recibo las correspondientes consecuencias, sean estas positivas o negativas, tiendo a pensar que son justas. Esto es porque en la naturaleza de mi decisión y aún en su devenir intervienen mi voluntad y mi libertad. El resto se explica por una única y simple relación a la que antes solían llamar de causa-efecto. Si entiendo mi vida como una concatenación de decisiones no necesito más que echar mano de las consecuencias para explicar el por qué de la siguiente decisión. Todo lo que en mi es variable, y es mucho; lo que escapa a mi voluntad y mi libertad, no es sino precisamente el entorno en el que confluyen todos esos dones. Así pues, cuando me veo incapaz de justificar un efecto a razón de mi libre albedrío sólo tengo que atribuirlo a la influencia de las variables de mi entorno.

Sin embargo, estoy rodeada, familiarmente aquí y allá, de personas que teleológicamente buscan constantemente retorcidos y cínicos presupuestos que motiven mis decisiones. Supongo que les agradaría encontrar una oscura causa final. Una, malévola y degenerada. Después, por el gusto al uso de la lógica de síntesis tomarían todos “los errores de mi vida” y los atribuirían a la misma.

Que puedo decir. Todos sabemos que aquellos que abusan de la síntesis y piensan el mundo de un modo literalmente sistemático, probablemente carecen de la capacidad para entender el papel individual que todas las cosas juegan en ese mundo-sistema.

Pues eso, para no llamarlos estúpidos. Y yo, “que aún soy pequeña” por mi gusto retrógrado y por si las moscas, seguiré amparándome en la lógica causal y el pensamiento analítico durante mucho mucho tiempo. Ellos que piensen lo que quieran.

1 comentario:

Junius dijo...

que bo el text ;))