El santo misterio de la soledad

Lo que más aterroriza a mi madre es que me detengan por activismo político, sin embargo a veces el universo quiere que algo ocurra y ni nuestros deseos ni intenciones tienen entonces la más mínima posibilidad. Lo que me gustaría es que el destino rubricara mis acciones. Puedo explicarlo. Una vez Dios me susurró que aquello que tenía ideado para mí era cambiar el mundo a pesar de que yo todavía no lo sabía. En aquel momento malinterpreté sus palabras; pensé que auguraba para mí grandes gestas pero estaba equivocada. Hoy he comprendido que todos compartimos ese mismo sino. No es que yo no sea especial a mi manera sinó que cada uno existe por y para. Lo que a mí me aterroriza es la soledad, pero eso es francamente un sinsentido. Mis exigencias rozaban lo que se puede definir como la búsqueda de algo perfecto. Error. En algún lugar existe un alma que será por y para mí. Ahora creo entender, y digo "creo" por la duda razonable, que no se ajustará ni mucho menos a mi idealizada concepción de la mienne jumelle âme (que en francés todo es más romántico). Quiero pensar que es como un silogismo porque saber que estoy hablando de un equívoco me lleva a la frustración de nuevo y je n'en peux plus! Y digo esto porque a veces siento que ya no hay nada abosluto, ni verdad ni mentira, pues ¿qué sentido tiene desear una verdad que puede herir más que cien mentiras?, ni el bien ni el mal, pues ¿si haciendo un mal propio consigues 100 toneladas de bien ajeno? Y refiriéndome otra vez a la generalidad, la hago mía para expresar esa contradicción que me lleva a anhelar ver hecha realidad mi mayor temeridad. Es, quizá, algo más funesto el hecho de saber y sentir que vives atrapada en la cárcel de tus miedos por no querer jugarle el tipo a tus pesadillas afrontando que ante tu ya más que canónica situación: esa que me remite a no hallar sino hombres que albergan en esencia la más pura diferencia con respecto a mi persona, la solución está delante de mis narices y no consiento en tomarla de la mano a pesar de ser la panacea de mis males. Te voy a confesar en esta hora, público universal, cuál es la respuesta a la plausible incompatibilidad. Si eres como yo, y siempre queda en tus manos la opción de cluadicar la receta para triunfar es decidir entre fomentar aquello que os une o aquello que os distancia, sabiendo la felicidad que te reserva lo primero u conociendo lo peligroso que es optar por una vida de nostalgia.

La partida, sin embargo, aún no ha acabado. Lo que ha sucedido es que se me ha revelado el secreto de la liberté de l'âme y aún debo cuestionar que es lo que estoy dispuesta a apostar.